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EL ALMA DE UN BIT

 

FRANCIS SNYDER (BETTY) HOLBERTON

 


EL ALMA DE UN BIT.

 

 ---Buenos días.

 -Buenos días, adelante, pase. Siéntese, por favor.

 ---Matisonn, del Washington Post.

 -Mucho gusto. ¿Puedo ofrecerle un café, un té, … un whisky, quizá?

 --- ¡Oh!, no, no, gracias. Ha sido muy amable al concederme esta entrevista. Espero no importunarla demasiado. Sé que está recibiendo muchas visitas de otros compañeros de la prensa y la televisión, así que intentaré no molestarla demasiado.

 -No se preocupe, joven. Usted dirá…

 ---Sra. Holberton, ¿Puedo llamarla Betty?

 -Por supuesto, dígame.

 ---Si no le importa, tomaré algunas notas...

 -Está bien. Adelante.

 ---Veamos: ¿por dónde empiezo? ...tengo entendido que acaba de recibir el premio Ada Lovelace de la Asociación de Mujeres en Informática, y me preguntaba qué tanto ha significado para usted dicho reconocimiento, y si podría decirse que también serían merecedoras sus compañeras del Salón de la Fama de la Informática, las otras cinco programadoras de la ENIAC. ¿Fueron realmente tan esenciales, tras los amargos sucesos de 1941 en el Pacífico?

 -Oh, pues en cuanto a lo primero, lo cierto es que ha sido bastante emocionante, aunque llega con cierto retraso… Y sí, todas ellas lo merecían. Sin duda.

Verá, en realidad todas éramos casi como hermanas. Estábamos unidas en aquellos días como sólo pueden estarlo las huérfanas, y con ello vivimos, crecimos, y envejecimos, marcadas por aquellas circunstancias. Pero realmente, lo que sucedió en Pearl Harbour, nos habría de cambiar la vida a todas, y creo que también, al resto del mundo. Y no lo tuvimos fácil.

 ---¿A qué se refiere?

 - Como muchas mujeres de nuestra época, yo tuve que cursar periodismo porque era una carrera de fácil acceso a la Universidad. Sin embargo, lo mío siempre fueron los números. Tanta era mi devoción por las matemáticas que aprendí pronto a digerir la misoginia de mi profesor, al inicio de las clases, invitándome a quedarme en casa, para llenarla de hijos. Nunca soportó mis críticas.

 -Eran tiempos difíciles para la inteligencia, si ésta íba unida indisolublemente al sexo femenino. Aunque, si le digo la verdad, señor…¿cómo dijo que se llamaba?

 ---Matisonn, -John Matisonn -con dos “enes”-

 -Como le decía, Sr. Matisonn -con dos “enes”-, ser mujer, a lo largo de la historia ha sido, para muchos aspectos de la vida, como tener una piedra en el zapato al inicio de una carrera de cien metros vallas, tropezando en la primera, y en la segunda… Siempre hemos ido tropezando, rompiendo y recogiendo cosas…ya sabe, el tópico del hombre cazador y la mujer recolectora... Pero, además, como sabrá, en las guerras, siempre nos han reservado todo tipo de tareas ajenas al combate—el escenario, obviamente, destinado a la inteligencia masculina-, y pese a ello, hicimos de todo. Fuimos madres, fieles esposas, cuidadoras, enfermeras, obreras - ¿Se acuerda de Rosie, la remachadora? -La del pañuelo de topos y camisa azul que nos muestra el bíceps? -, su cartel es un icono de nuestra fuerza y nuestra resistencia, y no ha perdido un ápice de vigencia… Sin embargo, nunca trascendimos, ni tuvimos oportunidad de ser copartícipes de los cambios. Nuestra carrera de cien metros vallas se convirtió en una maratón. Una maratón silenciosa.

 ---Entiendo, Betty, y lo lamento, por la parte que nos corresponde.

---¿En qué momento empezó su historia?, me refiero a su vínculo con la ENIAC, ¿Cuál era su cometido exactamente?

 --Yo estuve, de hecho, en el tercer equipo, junto con Jean, y antes que nosotras, estuvieron Marlyn y Ruth, en el primero, y Frances y Kath, en el segundo. ¿Sabe una cosa? En aquellos momentos nació el concepto de “computadoras”. Después de Pearl Harbour, el ejército diseñó un proyecto para mejorar los cálculos de las trayectorias balísticas, y era preciso comprender que, cada vez más, sería necesario obtener resultados en el menor tiempo posible, más exactos y eficientes. Y la eficiencia comenzó con nosotras, “las computadoras”. Para entonces, la única forma de procesar las ecuaciones y los complejos procesos de cálculo, debían resolverse manualmente, en salas con decenas de mujeres, habilidosas con las matemáticas. Pero era un proceso lento y tedioso.

 ---¿Quiere decir que eran solamente mujeres?

 -En su mayoría. Y ahí fue de donde partió el proyecto. La ingeniería masculina creó LA MÁQUINA. La ENIAC. Fue concebida precisamente para unificar y resolver de una forma organizada los cálculos y las ecuaciones de “las computadoras”. Pero había que programarla. Indicarle por dónde debía de acumular las ecuaciones y para qué. Sus casi 18.000 válvulas de vacío generaban tanta energía, que en ocasiones hubo apagones en la ciudad. Y tras pocas horas quemando energía, había que detener todo el proceso, porque alguna de esas válvulas moría prematuramente. Estábamos, literalmente, horas y horas cambiando bombillas.

 - Sin embargo, la tarea de programar y reprogramar ya no era terreno abonado para la inteligencia masculina, sino para la nuestra. Incluso al principio, ni siquiera tuvimos acceso físico a la máquina. Era secreto militar. Y nosotras, éramos -potencialmente- susceptibles de divulgar el ingenio al enemigo. Ésa era la consideración que tenían de las mujeres en el ejército. Creo que hoy no ha variado sustancialmente, de todos modos.

 ---Para finalizar mi artículo, le agradecería, Sra. Holberton, -Betty-, que nos definiera cual cree que será el futuro de la computación y que papel espera que tengan las mujeres en ese escenario.

 -Eso, querido John, es muy sencillo:

 
Desde que el mundo es mundo, las leyes de la naturaleza se han regido por las matemáticas. Somos matemáticas. Los lenguajes y la comunicación evolucionarán. Viviremos cambios asombrosos y llegaremos a las estrellas. Pero mientras nos empeñemos en ser solo lo que los hombres quieren que sean las mujeres, nos costará infinitamente más hallar nuestra propia humanidad, si no comprendemos que unos y otras han de ser capaces de conservar el equilibrio de  los dos lados de la moneda,  iguales pero diversos, unidos en un círculo perfecto,  “ceros y unos”, el lenguaje más antiguo de la computación:

 El alma de un bit.

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