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PLATYPUS

PLATYPUS.

 

 


 

-- ¿Conocéis la historia del Platypus, queridos niños? ¿No?

-- Pues, acercaos, vamos. Un poco más, … eso es.

-- Muy bien, os la contaré:

****

Cuentan antiguas leyendas, que en la lejana tierra donde hoy se sitúa la ciudad de Melbourne, allá en el continente australiano, hubo un tiempo en el que el Hombre y la Naturaleza convivían en perfecta armonía. Todos los seres vivos que allí existían participaban del ciclo de la vida, y el Hombre era uno más en la simbiosis entre la tierra y sus criaturas.

En aquellos tiempos lejanos del sueño, el Hombre y el resto de los animales debían su existencia a seres mitológicos sobrenaturales, creadores del cielo, el mar y los bosques, los llamados wondjinas.

La historia que os voy a relatar habla de una de las criaturas más increíbles que os podáis imaginar, resultado de la rivalidad entre dos wondjinas:  el PLATYPUS.

Cuando todo empezó, hace millones de años, los wondjinas Darel y Kimba, hermanos de sangre, habían recibido de sus antepasados la tarea de poblar la Tierra con la creación de distintas especies animales, comenzando por modelar y combinar los elementos originarios de la vida: el agua, la tierra, el aire y el fuego.

De ese modo, primero crearon los peces, los anfibios, los reptiles, las aves y finalmente, los mamíferos, entre ellos, el Hombre.

Pero en algún momento de la evolución, algo sucedió entre los wondjinas.

Darel, orgulloso y egoísta, fue apartándose del objeto original de la creación. Receloso de Kimba, conspiraba motivado por la envidia hacia su hermana, que, paciente y maternal, seguía el mensaje original de sus antepasados.

En un arrebato de celos, Darel, durante la ceremonia de la manifestación de la vida ante sus ancestros, imaginó la existencia de una criatura malformada para escarnio de Kimba, musa de los animales acuáticos, de modo que, al momento de manifestar la vida de aquel ser ante los ancestros, ella fuese incapaz de  honrar a los creadores primigenios con ese extraño ser.

Poseedor del mal que había abrazado, y consciente de que ello provocaría la expulsión de Kimba del firmamento de la Serpiente Arco Iris, fuente de toda la vida, Darel invocó el poder oculto de las Sombras para influir en la transformación de un pequeño ser repulsivo, que, a medida que Kimba iba formando, adoptaba un aspecto cada vez más grotesco y extraño.

Aquel animal poseía un cuerpo cubierto de un fino pelo marrón y tenía la forma de un pequeño castor con las extremidades muy cortas, palmeadas y provistas de fuertes garras, una cola desproporcionada y plana, y un hocico en forma de pico de pato.

Para generar aún más confusión, Darel había influido en la formación de aquel engendro tratando de expresar el caos y el rechazo que debía inspirar en los ancestros, frente al resto de criaturas terrestres, de cuya armonía él era el responsable. Kimba, por tanto, merecería el repudio de los sabios.

Aquel animal no seguía ningún patrón conocido en la evolución compartida. Era en parte un ave, pero nunca llegaría a volar, también era un mamífero, pero no tenía mamas, pues su leche emergía de los poros de su piel, y, además, ponía huevos. Los machos, por si era poco, poseían un espolón venenoso en sus patas traseras, acercándolo, asimismo, al reino de los reptiles y saurios. ¿Cómo iba a sobrevivir una criatura tan extraña en un mundo pleno de depredadores?

Cuando hubo finalizado la formación, Kimba no comprendía la extraña mutación que dio lugar a aquel ente, aunque presentía que Darel habría tenido algo que ver en el resultado, pero lejos de rechazar a aquel poco agraciado animal, lo estrechó en sus brazos y mirándole a sus diminutos ojos, le concedió el don de la ternura.

Llegada la ceremonia de la manifestación de la vida, cada hermano ofreció ante los Guardianes de la Evolución los ejemplares que habían creado. Los terrestres, ofrecidos por Darel y los acuáticos, por Kimba.

Cuando llegó el turno del Platypus, los Guardianes, como esperaba Darel, comenzaron a examinar al animal, extrañados, aunque expectantes, por tamaño atrevimiento. El Guardián más antiguo y, por demás, el más sabio, inquirió a Kimba que expresase cuál era el motivo de su creación y porqué debería permitir que existiera.

--Todas las criaturas que han de poblar esta tierra tienen un propósito, hasta la más extraña, como este pequeño ser. Permitid que sea viable y pueda coexistir con las demás, porque no importa su aspecto, no importa su tamaño, ni su anatomía. Como los demás, ha sido fruto del amor y merece una oportunidad. Mirad en el interior de su espíritu.

Fue entonces cuando los Guardianes, al mirar en el interior de aquellos ojos, comprendieron, envueltos de ternura, que debían dar la bienvenida a este nuevo mundo a aquel gracioso animal.

Y, conocedores de la estratagema urdida por Darel, decidieron que el orden natural fuese, a partir de ese momento, el cometido de Kimba, Musa de la Naturaleza.

*****

--Por cierto, queridos niños, seguramente ya habréis reconocido al Platipus.

--Es el Ornitorrinco.

--Antes de marchar, recordad que, como el Platypus, cualquiera de vosotros sois únicos e insustituibles . Nada ni nadie ha de haceros creer que sois mejores o peores que otros. Vuestros padres os concibieron por amor, y por amor mereceréis continuar con la armonía de la naturaleza, formando parte de esa Serpiente Arco Iris de los Wondjinas, en los albores de los Tiempos del Sueño.

 

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