LAS MANZANAS DE NAVIDAD En un recóndito lugar de Villaviciosa, Abundio va colocando las jarras de cristal en la repisa sobre la barra de madera de su pequeña tasca. —Abundio, este año la cosecha se nos va de las manos. —¿No fue buena, Xuan? Xuan niega, con el ultimo trago de sidra. —En abril del año pasado ya pillamos al jodido pulgón, y este año son más pequeñas que nunca, Abundio. No sé que voy a hacer. En el oscuro antro donde cuatro abuelos juegan al mus, entre chatos de vino, chuscos de pan y chorizo, y celtas con filtro, Xuan rompe a llorar. —¡Eh, eh, Xuan!, ¿pero que fexes? Toma. Sécate la cara, y escúchame bien: La manzana es lo que es: una manzana. Y tú eres una buena persona. Pusiste todo tu empeño, y aún así, la naturaleza va por donde quiere. —¡Pero puse todos mis ahorros en la tierra, Abundio! —¡Y ya no hay para darles el pan a mis hijos! — Las manzanas, las manzanas, toda mi vida con las manza...